La sostenibilidad ha dejado de ser un adorno. Ya no vale con presumir de ser verde si luego no se mueve un euro hacia proyectos que cambien algo. En la banca ocurre exactamente eso. Hay entidades que están dando pasos firmes con financiación, métricas y objetivos concretos. Otras siguen ancladas en el discurso cómodo que suena bien pero aporta poco. Si te preocupa dónde colocas tu dinero o qué banco elegir, conviene tener claro qué señales distinguen a quienes hacen de quienes aparentan.

Qué están haciendo ahora los bancos que sí van en serio
Cuando analizas con calma las cifras que presentan algunas entidades empieza a verse una diferencia clara. Unos pocos bancos están destinando cantidades relevantes a financiación sostenible, desde renovables hasta redes eléctricas inteligentes o proyectos de eficiencia. Ese tipo de operaciones no son improvisadas. Requieren equipos internos, marcos de financiación específicos y una estrategia donde la sostenibilidad es parte del negocio.
En otros casos también se ve cómo han desarrollado productos verdes con criterios bien definidos, que encajan en estándares europeos y permiten canalizar capital hacia empresas que reducen emisiones o que aplican políticas ESG con rigor. Esto no solo mueve dinero. También marca un compromiso reputacional porque significa que el banco asume que su cartera tiene que transformarse.
Muchos están fijando además objetivos medibles para 2030, tanto en contratación de productos sostenibles como en reducción de su propia huella de carbono. Esta transparencia se agradece porque permite comprobar si lo que se promete se cumple. Y si ves que una entidad lleva varios años mejorando sus cifras, seguramente no esté jugando al maquillaje verde sino trabajando con rumbo.
Qué debes mirar para no caer en el “greenwashing”
Aquí viene la parte práctica. Por mucho que un banco te hable de sostenibilidad, si no muestra datos consistentes es difícil confiar. Lo primero es fijarse en si publica cifras de financiación verde con detalle. Cuánto aporta, en qué sectores y con qué impacto esperado. Cuando no hay números, es probable que la sostenibilidad sea solo un mensaje comercial.
Otra señal importante es la existencia de marcos sólidos de financiación sostenible. Que expliquen cómo se clasifican los proyectos, qué criterios se aplican y cómo se evalúa la coherencia con la taxonomía europea. Esto demuestra orden interno y una estrategia real.
El tercer punto es la coherencia. Si una entidad anuncia compromisos climáticos mientras sigue aumentando su exposición a sectores intensivos en emisiones sin planes de transición, la contradicción es evidente. Aquí no importa lo que diga la nota de prensa. Importa lo que financia.
La lista que ayuda a simplificar este análisis, y que conviene tener siempre a mano, sería más o menos así:
- Cifras claras de financiación sostenible.
- Marcos y criterios ESG definidos con transparencia.
- Productos cuya estructura incentive el impacto real.
- Informes públicos y seguimiento de objetivos.
- Coherencia entre discurso y cartera financiada.
Cuando un banco cumple estos puntos, empiezas a ver que no está utilizando la sostenibilidad como un adjetivo vacío, sino como un pilar de su actividad.
¿Y qué puedes hacer tú?
La banca verde se está poniendo seria como nunca. Algunas entidades avanzan con fuerza, con cifras y compromisos reales. Otras siguen en un terreno gris donde la sostenibilidad es más una promesa que una práctica. Si estás pensando en con quién trabajar, dónde tener tu dinero o qué banco puede acompañar mejor tus decisiones, es buen momento para revisar estos criterios.
Te animo a mirar lo que publica tu banco, a comparar objetivos y a comprobar si su actividad está realmente alineada con una economía más sostenible. No necesitas ser experto para detectarlo. Cuando una entidad actúa con claridad se nota. Y cuando no, también.
Elegir un banco no es solo cuestión de comisiones. También es cuestión de impacto, de futuro y de responsabilidad. Y aunque todavía queda mucho camino por recorrer, ya empieza a distinguirse bien quién avanza y quién solo mira desde la orilla.